Una primavera para el Festival Bandera

El sábado 12 de octubre, a un año de lo que fue también su debut en el Parque de la Independencia rosarino, el masivo evento tuvo una segunda edición en el Óvalo del Hipódromo con notorias mejorías en la organización y un público variado pero disperso que disfrutó de las bandas más convocantes del país, bajo la amenaza de una tormenta que nunca llegó.


El adverso pronóstico del tiempo generó que los conciertos del Festival Bandera se adelantaran un par de horas, pero por suerte el clima simbólicamente acompañó hasta que termine la fiesta con Los Peñaloza (en el Escenario Sur), aunque la lluvia hubiese reforzado más aun la mística de un evento que ya tiene marca registrada en la ciudad e hizo historia en el espectáculo local y de la región. El agua no cayó del cielo, pero tras algunos truenos y relámpagos se largó duro a eso de la una y pico de la madrugada (ya de domingo), al menos para darle el tiempo (o la opción) al público de regresar a sus casas o seguir la caravana bajo las gotas.


Las puertas finalmente abrieron a las 14 ante una intensa humedad y a diferencia de lo que fue su edición 2018, este año se dio mucho más simple el ingreso, ir al baño, tomar agua o comprarse una cerveza y algo para comer y beber. La organización mejoró rotundamente con respecto a lo que fue el Bandera del año pasado, inclusive en el diagrama de los conciertos con un buen mix de bandas centennials y los clásicos artistas como Las Pelotas, Miss Bolivia, La Vela Puerca y Las Pastillas del Abuelo. No se les dio tanta importancia a chucherías como stands de videojuegos retro o misceláneas que dispersan todavía más a la gente. El arte y la música (que para algunos sonaba de fondos mientras hacían sociales) fueron preponderantes hasta en la decoración con las sensacionales e icónicas fotos del ingreso al predio por Dante Alighieri y las visuales a los costados de los escenarios principales que se lucieron durante toda la tarde, pero recién tomaron protagonismo cuando empezó a caer el atardecer.




“¿Estos cómo se llaman?”, preguntó un cuarentón mientras sonaba Usted Señálemelo (fotos: María Fernández), uno de los grupos más importantes de la nueva ola, proveniente de Mendoza, pero que ya ha recorrido gran parte de Latinoamérica. Fabrizio Zero de Muñecas, por ejemplo, lucía un outfit ochentoso y una remera de Soda Stereo que colaboraba con este interesante crisol generacional que se vio en la tarde-noche del sábado.


Es importante destacar el apoyo que hubo de parte de la organización hacia las bandas locales. No sólo Muñecas (Escenario Sur) pasó por el festi porque también estuvieron Caliope Family, Kunyaza, Patagonia Revelde, Indios y por qué no Joystick, un grupo muy joven y con mucho recorrido, oriundo de la aledaña localidad santafecina de Chabás.


Los sets fueron concretos, de cuarenta minutos y una hora, y las transiciones entre banda y banda se dieron a la perfección. Las tuercas del engranaje del Bandera se ajustaron para que todo funcione bien y así fue. “Qué gran banda Eruca Sativa”, dijo Piti Fernández cuando Brenda Martín, Gabriel Pedernera y Lula Bertoldi le pasaron la posta después de un demoledor show a Las Pastillas del Abuelo, desde el Escenario Oeste hacia el Este, donde también tocó otra de las artistas de gran presente: Marilina Bertoldi. La energía de Miss Bolivia consistió en otro gran acierto, como penúltimo concierto de la noche.




El Escenario Sur también tuvo lo suyo. Sin lugar a dudas que uno de los últimos shows de Salvapantallas (que está llevando a cabo su gira despedida) fue emotivo para sus fanáticos, al menos en la ciudad, que ya no podrán volver a ver juntos a Zoe y a Santi, una efímera y joven dupla de la nueva generación, cuyos integrantes continuarán con sendos rumbos solistas. Por allí también pasaron Militantes del Clímax y otro combo cuyano que también tiene mucho rodaje: Perras on the Beach.


El Festival Bandera 2019 incorporó artistas internacionales como el español Muerdo y a los uruguayos de La Vela Puerca, que fueron los encargados del cierre pese a que muchos se quedaron a bailar con Los Peñaloza, mientras la tormenta acechaba en el encapotado cielo rosarino. Quizás lo único que pueda reprochársele de nuevo a la organización fue la falta de un espacio en común para periodistas y fotógrafos que claramente siguen siendo considerados invitados VIP y no trabajadores de prensa que invierten en equipos y producción.


Pasó otro hito en la extensa nómina de intentos de congregar para el (dicen algunos) complicado escenario público rosarino. En 2018 el Bandera iba tal vez más por el lado de los festivales Capital, Harlem o Nueva Generación, pero el antecedente cercano le permite codearse con los tanques que son Cosquín Rock, Baradero Rock y por qué no Lollapalooza. 



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