Barfeye y su primer disco en español

El joven y prolífico músico no se detiene en su anhelo de acopiar canciones dentro de las plataformas y aunque haya bastante material suyo dando vueltas en las diversas redes no quiere guardarse nada. Hasta aquí el rosarino solamente editaba álbumes, simples o EPs en inglés pero con este “Como capitalizar la tristeza” (que también se presenta en formato físico) se lanza como cantante y compositor en su propio idioma.

Barfeye (foto: María Fernández) es el alter ego (o el ego) de Ramiro Hernández que ya marcó un hito al publicar el primer álbum de 2018, a la medianoche, mientras gran parte del mundo occidental brindaba para despedir el año o recibir al que llegaba. En este caso, y luego de dos publicaciones en 2019 y la salida de “Pop music for sad people", también en 2020, el artista irrumpió con diez nuevas letras en castellano de una influencia tan biónica y motorizada que melancoliza con el confinamiento tras la llegada abrupta de la pandemia.


Por momentos pareciera que este personaje ficticio originado como un creepypasta en los foros de la Internet (según dice su bio de Twitter) tiene varios oompa loompas trabajando con asombrosos recursos para crear. Y fue atinado sacar un disco que conviva con el COVID-19 porque por más que ese universo musical haya surgido antes o durante el aislamiento aporta, de todas maneras, una mirada introspectiva acertada de su mentor.


En “Desaprender” canta “qué angustia, es un gran honor estar sufriendo tanto por vos”, lagrimeando a los gritos con vos nasal donde también se escucha una muy actual reflexión: “no parece haber terminado este domingo”. Una balada punk indie de fogón a la que le sigue “1000/12”, otra canción propiamente dicha, sin rodeos. La lista indica que la intención de buscar el concepto sin la ambición de esquivar etiquetas o imponerse como original también le sienta bien. Cada canción tiene su propio videoclip. Es que Barfeye hace lo que se le canta y la atmósfera de este álbum es claramente indie pero con la peculiaridad de un proyecto que no tiene intenciones de colocarse como una marca registrada.


En ese afán por hacer y difundir música el punk lo-fi “Agronomía” forma parte de la popularización de un fértil subgénero (o ya género en sí) que cada vez logra más adeptos y se fusiona en cuanto a difusión con sus ascendentes. El personaje abatido que firma esta obra publicada en pleno aislamiento obligatorio convive tanto en los desgarradores falsetes de la despedida con “Desarma mi cuerpo” como en la guitarrera “No aprendí nada”, cuya segunda parte pertenece a “Pensar”, escrita por su joven colega coterráneo Gladyson Panther.


Según Barfeye, su primer disco en español lo expone tanto que tuvo miedo de cambiar de opinión y no publicarlo nunca. No está marketineando con esas declaraciones porque lo que se propuso fue que quienes estén atravesando una situación de angustia se sientan un poco menos solos. Agrega en un posteo en Facebook que hay referencias tan variadas como la del poeta Osvaldo Bossi, el cultor local del romanticismo Carlos Guido Spano (“¿Ves?”) y artistas de Rosario como el cuarentón Jubany, que le lleva varios años en el rubro, y su compañero en el sello independiente Garlik, Lautaro Ruggieri, que fue el encargado de componer y cantar “Volátil”.


La sonoridad de “Cómo capitalizar la tristeza” marca el paso de una nueva vida provisoria entre cuatro paredes que lleva al ser humano a reinventarse y reconsiderar etapas. Nunca le quedó bien al barfy la pose de rockstar porque tampoco jamás se vio en la necesidad de proclamarla. Más bien resulta una especie de intérprete de sus propias inquietudes e influencias como cuando suena la tribunera y socarrona ironía futbolera “En la cancha”. “Hace dos semanas es domingo” o “Todos los domingos en la cancha del ayer” repite en una especie de mantra dominical incesante con musicalidad e interpretación melancólica. Es un regalo, un obsequio de su intimidad con los teclados e instrumentos que se emparenta con quien lo escucha. Veremos si esto llegó para quedarse o hay más mudas todavía para seguirle el ritmo productivo.




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