El Kuelgue en el Movistar Arena y un Movicom haciendo ruido en mi bolsillo

En los albores de la era que ya depositó un cambio en la manera de transmitir y ver conciertos, la productora Crack y la compañía de telecomunicaciones tomaron la posta con un impecable concierto en vivo, desde el miniestadio porteño.

En la semana en que terminamos de ver Cobra Kai y revisitar Karate Kid, entreverada allí por los canales de la ya anticuada práctica del zapping televisivo, escuchamos como un mantra la frase “¿Te das cuenta? Volvimos a vivir en los 90s” que Kartún adhiere a la oda amiguera y de fogón “Parque acuático”, una canción generacional que el creador de Andy Klinsman, Caro Pardíaco y otros tantos personajes geniales compartió íntimo, en vivo y en directo con su compañero el guitarrista Nico Morone, en una escena clave para lo que será futuro de los shows por streaming, incluso haya pandemia o no. Es que hay que tener cintura, sí, la de Orteguita, ni siquiera la de CR7 o Neymar, tampoco la de Mateo Messi, pese a que también le cabe a todo esto ese histrionismo del hijo del crack (bendi de Lio que también es crack en redes sociales) para apostar a esta nueva normalidad de la que todavía renegamos y sin remedio. No queda otra que sentarse y disfrutar.


La propuesta de El Kuelgue en el Movistar Arena (con un costo accesible y digamos popular: $675) sorprendió desde el comienzo, activando desde las plataformas con soltura y creatividad un concierto propio de una importante banda de la cultura musical local, repleta de influencias y sonidos que vibraron a lo largo de un extenso show en ese coqueto (y vacío) estadio porteño, ubicado a metros del campo de fútbol de Atlanta, en Villa Crespo. La previa fue toda de las redes, a través de una cuenta de IG creada especialmente para la ocasión (@sesientekuelgue) con vivos y reposteos permanentes; muy manijero todo para que la banda no cuelgue y no colgó. Antes, la artista que encabeza varios proyectos, Mel Muñiz, aportó un set con jazz, swing y mucho ritmo latino. La mejor forma de esperar al número principal de la noche, y encima con arranque puntual 22.20, siempre que me fijo son las 10 y 22, o algo así.


No cabe duda que El Kuelgue en el Movistar Arena fue lo mejor hasta aquí de la cuarentena recitalera, superando ampliamente las ambiciosas pero desprolijas producciones del Quilmes y el Cosquín en cuanto a transmisión, servicio y calidad de streaming. Y claro, si estamos hablando de una compañía de telecomunicaciones nada puede malir sal, y así fue. Pero retomando la nostalgia noventosa hubo que esperar a que Ruli pase todas las pantallas de un juego retro a modo de intro en un mundo paralelo de 8bits. Tras rescatar a la princesa, la bienvenida al grupo completo se dio sobre el majestuoso escenario de calle Humboldt. Mientras tanto, el maestro de ceremonia Cyber 95 (Julián Lucero) y creado para la ocasión, oficiaba de interlocutor entre la banda y el público, algo también atinado para adaptar el reci a la nueva era, esa de la que todos hablamos pero todavía no leemos en ningún manual de usuario.


Es que por estos tiempos no alcanza sólo con la musiquita y la organización lo entendió así. En principio, el escenario se mostró al nivel de esos recitales que ves en YouTube y pensás sorprendido “guau, mirá lo que hacen estos tipos”, así fue… Simplemente no es lo mismo pero tampoco la estafa de no cumplirle al público. El reci no tuvo cortes, no hubo que esperar a nadie o nada o a que se descarguen 36 aplicaciones de una tienda virtual para verlo. Un link, un toque y birrita en Circunvalación, así de simple, así de complejo para algunes, renegado para otres. Vale la pena recalcar que no es para chuparle las medias a una compañía de telefonía, pero al menos hay que reconocerle que estuvo a la altura, más que nada porque no se trató de un set con apenas una decena de canciones que juntan views y reproducciones, tal vez la tarea más compleja de lograr (además de que fue en vivo), por la tentación, para el que está del otro lado, de colgarse con el teléfono o simplemente cambiar la url en el navegador. Muchas distracciones para este mundillo virtual.


Kartún (foto: @mpinkph) con traje informal, los vientos, las pantallas hiper luminosas en la escenografía y tantas otras cosas que vimos le dieron un aroma a festival de Viña. OK, siempre esa historia con Chile y el humo de la Quinta Vergara; ya fue… Te gusta más y se te hace fácil compararlo con “algo internacional”; también ya fue. El futuro llegó hace rato y El Kuelgue siempre así lo comprendió. Primero bien arriba con “Cariño reptil” o “En avenidas” y luego con un set más íntimo sobre otra locación más pequeña y un bombo legüero como compañero, además del ratito para disfrutar a la dupla Kartún-Santi Martínez, uno sentado en un sillón de sala de espera de dentista y el otro parado, a la postre de su teclado.


“A dónde van los muñecos perdidos, dónde duerme el Duravit” dice “Ayer real”, pero hoy es hoy. Pareciera que el ayer está muy lejos entonces “vamo’ con un chiste de guach”. Pinta como un chiste pero no. Cyber 95 pidió “Natación”, una de 2019, y también se escucharon las de “Beatriz” (2010): “Bossa & people” y la murguera “Para dvd”, entre tantas que tocaron, incluyendo un cover de "¿Qué vas a hacer tan sola hoy", de Viejas Locas. Hasta ahora nada fue igual, ¿superable? tal vez, sin prejuicios, pese a saber que se trata de una estructura que todo lo puede lograr y apostando a una fuerte inversión que no sólo coloca el foco en el número en vivo pues no pierde de vista las exigencias aún desconocidas de este particular momento de la historia que nos toca atravesar a todes: los que iban a ver a El Kuelgue para fumar uno y cagarse de risa con les amigues, así como también por quienes admiran la intención de reinventarse y buscar la excusa para pasar un buen rato ante tanta vorágine. Nada mejor que los kuelgues para animar esta fiesta virtual que fue el Movistar Arena vía streaming, desde el baño haciendo caca, cortando un salame con una lata de cerveza que no cueste más cara que el abono del celu, o beboteando con tu bebx, por Zoom, tan lejos, tan cerca ¿Cuál es la mirada de Eduardo y por qué se presenta así?”… Ni nos vimo.



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