La zurda mágica de Billordo

Está bien, este año pasó de todo, se murió D10S y no estamos hablando de filosofía y las pibas pintaron la historia de verde. Y por ahí siempre lo vas a cruzar a Billordo, este nómade artista zurdo e independiente que transmite libertad en sus mantras punkies de criolla con un método que le rebanaría los dedos a más de uno que quisiera intentarlo.

“En un Robot Folk Punk” es un EP grabado con un teléfono celular (y en una casa, vaya a saberse cual) que muestra la evolución artística de un músico que vive del vivo, de los bares en la loma del orto o de los pubs humeantes entre las callecitas de algún pueblo irlandés. Porque las canciones de Billordo tienen más viajes que un Flecha Bus que cruza la Ruta 40 pese a que ahora las cosas son distintas: el “furor” del streaming, la necesidad y urgencia de estar en las plataformas y la responsabilidad estoica de plantearse si “me quedo adentro o mando todo a la concha de la lora”. En este disco convive esa furia contenida y también hay un compromiso por reinventar una manera de hacer música y difundirla con las herramientas que un DIY (Hacelo Vos) tiene a su alcance.


“El dolor me transformó. Me transformó en un robot” dice “En un Robot (Folk Punk)” que es una canción que ya se escuchó en sus “Lados B*”, también editado en 2020 y nada menos que un junio. “La internet es una mierda” es silbar un punk rock, meterse más en la referencia de este surreal año. “Si esta es la humanidad no quiero conocer a la que no lo es” termina con una tosecita mientras se escucha el sonido del “afilador”. En el pliegue del codo Diego por favor.



Para escuchar este corta duración alcanzan apenas 10 minutos. Vaya uno a saber por qué aún fascina ver a un guitarrista tocar con la zurda como pensando en la zurda de Maradona. “Según la ciencia tengo el cerebro al revés” suena en “Golpeado (soy izquierdo)” que antecede a la más autorreferencial: “Desde las tripas”. “Y abril lo lloré, pero marzo no, pero junio si o no, eso es dolor” confraterniza con la bipolaridad del encierro en medio del aislamiento.


Y todo termina con el sonido de un respirador artificial (o algo por el estilo en compungidas notas musicales de hospital) mientras se despide con “Mi canción número 100”, en ese afán que tiene este músico itinerante por describir en tiempo real su biografía como artista tanto del mundo real como del virtual. Suenan esos rasguidos en acordes abiertos de fogón. “Ahora que llegué a la canción número 100 y pensar que comencé con un arma en mi sien. Felicidad es luchar.”, cuenta Billo para cerrar la idea de un EP que suelta a la pandemia para seguir renegando con las mismas cosas, aunque en etapa de distanciamiento social. La peor para él como laburante, que no podrá acercarse por un tiempo a trastearte las cuerdas de su histriónica guitarra en la cara, en un boliche pequeño (pero de corazón enorme), en cualquier parte del mundo.



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