Andrés Ciro recorrió su repertorio piojoso, persa y otras inquietudes musicales en el Anfiteatro Municipal de Rosario

Ante una completa fiesta en las escalinatas del escenario municipal como prueba, el carismático artista fue peregrino en su propia obra musical y con la vuelta al aforo completo en el Parque Urquiza obsequió dos fechas (8 y 9 de abril) de canciones junto a Los Persas, la inefable banda que lo acompaña desde hace ya más de una década.



Pero la historia de Ciro es tan extensa que comenzó a fines de los ‘80, en los albores de lo que se conoce (o conocía) como rock de estadios, un terreno que sigue siendo un manifiesto en las presentaciones de este showman, rockstar intacto, que a sus 54 años se mantiene más vigente que nunca, en vivo y en directo. Porque de “Chac tu chac” (1992) hasta “Civilización” (2007) y de “Espejos” (2009) al doble “Naranja persa” (2016/19) hay un catálogo admirable de canciones que marcaron a una generación y cuyo legado continúa siendo inoxidable. Con esa impronta entre actual y nostálgica se fue dando el reci en el Humberto De Nito.


Los Persas (fotos de @mpinkph) optó por una de Los Piojos para la salida del sábado que fue muy puntual. 21:02 marcaba el reloj cuando Ciro y los suyos irrumpieron en el escenario con la intro de “El mendigo del Dock sud” de Moris pegadito a los acordes de guitarra de “Genius”, una del disco “Azul” (1998), tras la presentación, como banda soporte, del nuevo proyecto de Pablo Pino, cantante de Cielo Razzo y Los Bardos.


La noche calurosa del Anfi en abril además estuvo signada por una especie de homenaje al rock nacional. Porque pareciera que ahora todo es un regreso, un renacimiento y con la gente parada y agitando desde el vamos (se escuchó por ahí “el que no salta es un inglés”) no solamente sonaron canciones del inventario piojoso y persa sino que hubo tiempo para hacerle honores a músicas esenciales de nuestro rock como “La rubia tarada” de Sumo o “Me matan Limón” de Los Redondos.



Y es increíble como encaja “Antes y después” en toda esta realidad. Una frase tatuada, hecha remera y bandera, que cobra notoriedad en estos recitales “post” pandemia. “Qué placer verte otra vez, hoy todo vuelve a empezar y será lo que ya fue” dice esa letra del primer disco solista de Andrés Ciro que se escuchó promediando el show del sábado 9 de abril.


Después de un inicio piojoso, el cantante al frente con su guitarra transitó por la biográfica “Barón rojo” y la stonera “Caminando” ¿Querés bailar rolinga conmigo? pareció invitarles la banda a un público de muchas edades que se puso a disfrutar por completo con el worldbeat alterlatino de “Civilización”, otra de las tantas de la histórica banda de Ciudad Jardín Lomas del Palomar.


Ciro se sentó pero ya no fue para mitigar a las fieras para que se volviesen a las sillas. Ofreció una poderosa versión de “Tal vez”, antes del riff rockero de “A ver cuando” y la presentación de los vientos en “Juira”. No, el sábado no estuvo “Maradó” pero el 10 habitó en prendas y tatuajes durante las casi tres horas que duró este fenomenal concierto sabatino que sorprendió a muchos cuando se escuchó la testimonial “Buenos días Palomar”.



Un vivo de Instagram para interactuar con los que no pudieron ir y que se cante “Tan solo” desde las gradas para darle espacio a un solo del guitarrista Juan Manuel Gigena Ábalos y descansar un poco. Retomaron con “Agua” (una que estará en el disco que el grupo grabó con la Orquesta Sinfónica de Mendoza), “Me gusta”, “Ruleta” y “Mirenlá”, en la previa de detonarse y detonar con la frenética y referencial de las noches de atmósfera electrónica: “Como Alí”.


Luego de esa pintura de 2000, presente en “Máquina de sangre” (2003), se comenzaba a gestar ese final tántrico con un ida y vuelta permanente con la gente. Aprovechando la pura química, Andrés Ciro contó anécdotas que motivaron a frases de sus propias canciones y saludó con un clásico “Chau, buenas noches” al aforo rosarino que claramente se quedó en el lugar para escuchar un largo rato más de música. “Servidor”, otro sólo (en este caso del bajista Broder Bastos) para bromear con que la ciudad a orillas del Paraná es la famosa cuna de músicos y fútbolistas. No fue para tomárselo a mal pero no quedaba más remedio que agitar con “El farolito” (“Tercer arco”, 1996) y “Astros”, otra insignia de la trayectoria persa.


El sábado fueron casi tres horas de concierto y aún así pudo ser un poco más. Las banderas flameaban sin cesar y amagaron con “Cruel” aunque primero tocaron la ricotera de “Luzbelito” en el medio y se despidieron así de suelo rosarino, latitud que no se privó de Ciro y Los Persas ni en 2020 ni en 2021 y tras dos intensas fechas, como fantasmas peleándole al viento con esa canción del primer álbum de Los Piojos y el inevitable Himno Nacional Argentino, a las 00, en los sonidos de la armónica de Andrés Ciro Martínez se esfumó otra noche persa con matices que siguen ponderando a este espectáculo como uno de los mejores y más divertidos tanto en el pasado pandémico como en esta actualidad.





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