Hablar de Wos (fotos: @mpinkph) y decir que es el líder de una generación es realmente quedarse corto. Es que este pibe es mucho más que eso. Tampoco se puede sencillamente opinar que tiene nada más que una banda que lo acompaña en su proyecto porque Natasha Iurcovich en bajo, Facundo Yalve (Evlay Beats) en guitarra, Fran Azorai en teclados y Tomas Sainz en batería conforman un todo y se complementan de manera implacable con Valentín Oliva, rapero, freestyler y actor que apenas tiene 24 años, en estos tiempos vertiginosos ya rompió todos los moldes, ubicándose como uno de los referentes de toda Latinoamérica por sus letras, su energía y aunque por cuestiones del etiquetado necesario y consciente del maistream se lo proponga como un ícono de la música urbana es en vano catalogarlo porque sus composiciones pasean al público por absolutamente casi todos los estilos musicales que le agradan tanto a grandes como a chicxs.
El sábado 30 de mayo, desde horas muy tempranas en Rosario, lxs más peques de la crew wosista se agruparon en la puerta del Metropolitano porque a 24 horas de que se festeje el día del trabajador querían estar cerca de su ídolo. Una de las tres filas para ingresar daba toda la vuelta, parecía interminable, en el estacionamiento del shopping no cabía ni un alfiler y mucho menos un vehículo. Algunas madres y algunos padres solamente los acompañaban hasta la puerta y no entraban, los filmaban y arengaban para que adentro sus hijes la pasen bien. Otrxs fueron con ellos directamente a vivir lo que se brindó como una experiencia inolvidable que trasciende a cualquier edad.
Cuando se abrieron las puertas, y casi como una estudiantina, la seguridad sugería que entren al predio sin correr. Recién la cuarta tanda de guachinxs se calmó y no hubo demasiados incovenientes para literalmente colmar de gente un salón decorado como si fuese a darse un festival. Imponente escenario con pantallas atrás y a los costados y dos filas de luces que bañaban con sus halos a casi toda la afición desde arriba. Una locura en todo sentido esa escenografía completa.
La previa de Brapis fue muy bien recibida por la gente. La misma onda, el mismo público, y el cantante de Caliope Family, erigido también como un caudillo local, si se movió en los canones del sonido urbano, invitando a sus amigxs hermanxs de Golden Boyz y dejando todo listo con sus bases y su rapeo para que saltar, cantar, llorar, putear y recordar sea una moneda corriente con el concierto que estaba por venir.
“Woooosiiiitoo, Woooosiiitoo, Wooooosiiiitoo”, entonaba la asistencia antes de las 21.15, esperando que se desate lo que fue una completa fiesta de sensaciones. La “Introducción al éxtasis” sirvió para regar de ansiedad al Metro. “Se prepara el corazón pa cuando nada alumbre” dice un pedacito de esta prosa introductoria a lo que fue un espectáculo concreto y con nombre propio. “¿Como riendo todos juntos a la vez, me entendés?” fue el antes del rap grunge “Buitres”, una poderosa puerta al vestíbulo de esta gira latina que empezó recorriendo el país, la que presenta un álbum que encuentra a un Wos más profundo en la cuestión lírica y con un sonido avasallante, mixturando todo tipo de sonidos.
Casi como siguiendo la lista de la placa que se presentó ya en Neuquén y Bahía Blanca tocaron “Culpa”, con Ricardo Mollo detrás en las pantallas como un visto bueno de que esto fue, es y va a ser genial. Lxs pibxs caían desmayados como moscas, la seguridad no daba a basto reacomodándolos entre una multitud que la seguía agitando con “Andrómeda” y “Convoy jarana”, la primera que se escuchó de su álbum debut “Caravana” (2019). “Los colores como en un pelotero” le dice Wos tanto a las infancias como a lxs adultxs incitando al descontrol que aflojó un poco la manija con el rap jazzero ambient “Okupa”.
Las madres y los padres que sí entraron con lxs pibxs a ver el concierto ya no estaban en plan control. La masa de personas en el Metro se convirtió en una comunidad. La asombrosa banda de Wos daba en la tecla de nuevo. En ese plan más tranca vino “Alma dinamita” y del EP que Wosito editó en plena pandemia además sonó “40”, en una versión eléctrica y muy rockera en la que el multifacético artista se colgó la guitarra al hombro y tiró esos riffs bien punkies para este track emblema de la cuarentena.
Entre una maraña de estilos musicales hubo tiempo para el freestyle, el beatbox con batería y percusión, un instrumental en el que presentó a la banda y otro que sirvió para nombrar a su staff. Todo en un código de familia. No faltaron la que canta con Ca7riel en “Oscuro éxtasis” (la del sampler de Fatboy Slim y que por ello se llama “Niño gordo flaco”), ni tampoco “Cambiando la piel”, que se grabó junto a la rosarina Nicki Nicole.
Es asombroso escuchar el riff de “Luzbelito y las sirenas” de Los Redondos en “Luz delito” o el “Fijate siempre de que lado de la mecha te encontrás” (“Queso ruso” de ricota) en “Canguro”, una de las canciones más trascendentales y que por su letra y sus variantes musicales atraviesa prácticamente a todas las generaciones que acudieron al Metropolitano de Rosario. Fueron 25 en la lista, muchas autorreferenciales como “Mirá mamá” o deliciosamente hermosas y genuinas como “Melón vino”, un himno realmente de lxs pibxs que no soltaban el celu pero se cantaron todas solos, acompañados o como les había pintado la noche.
El sábado arrancó con Wos recitando la intro del disco, rodeado de seguridad, en el medio del predio, adentro del mangrullo de sonido, para que también lo puedan ver los de atrás. Imponente por donde se lo mire. Un show icónico que marcó que una porción de la actualidad de la industria musical yace allí. Ya no es irrisorio pensar que las infancias y lxs adultxs puedan compartir un evento de tamaña magnitud y que encima les guste a todxs. Había pororós (como bien se le dice por estos lados) de una marca muy top entre las vituallas (“Así de raro te lo traje, dibujé un paisaje, justo flotando entre el pochoclo y el mensaje”, dice la introducción de “Oscuro éxtasis”), Coca, panchitos y la cerveza más popular de todas sólo para los mayores. Ese bombardeo de marketing es inevitable para que se pueda producir un suceso artístico de esta calidad aunque en estos tiempos de convivir con tantos estímulos sea necesario cumplir con todas las necesidades y no caer redondo ante tanta potencia que se contagia ya no como en una pandemia (en la que Wos hizo las cosas muy bien) sino en una congregación para lo que se puede conocer como la clase media trabajadora, irrelevante dato que sirve para comprender una amplia realidad que es ahora, ya, y está sucediendo en este momento.
El cierre de este multitudinario recital que cobijó unas 7 mil personas, luego de un ínfimo parate, fue con la insignia de la lucha feminista “Púrpura”. Nunca se sabe qué va a pasar con este tipo de fenómenos. Quizás no sea algo efímero pero resulta tan novedoso que cuesta creer que en estos tiempos algo se legitime y se afiance tan rápido y tan directo para el disfrute permanente como lo hizo Wos con su música que retumba en cualquier cráneo, independientemente del gusto o el prejuicio. Ni los que fueron de curiosos se privaron de un concierto tan generacional como este sucedido en Rosario que como anticipábamos en 2019, y echando mano a las referencias, no cabe duda que “cuando el fuego crezca quiero estar allí”.