Rosario es tan sólo un lugar, sin vos es un bloque de hielo

Entre tanta bala y humo es reconfortante leer juntas a las sílabas que decantan en nuestro gentilicio, mezcladas entre las letras de molde que conforman un titular de un blog que intenta describir al rock maravilla de la ciudad. Killer Burritos (foto: María Fernández) se remasticó siete años de amanse de canciones en apenas una sola noche, la del sábado 27 de agosto, con entradas agotadas, aunque siempre el grupo estuvo ahí, en la resistencia, sobreviviendo a la pandemia con canciones. 



En este caso, el músico cañadense, como un director de orquesta, con lentes oscuros, vestido con una especie de mono, las manos vendadas, convocó junto a su banda en el Centro Cultural Güemes para el muestreo de su obra “Fugitivo”, un combo de 10 canciones que “comenzó como un juego y terminó constituyéndose como un álbum de composiciones en libertad, sin ningún compromiso con ningún género y solo guiadas por una música y una letra siguiendo su propio camino”. La cita no fue por el berlineano y estrecho Pasaje Simeoni, fue en Pichincha, frente a un local de pool que no estuvo nada mal para darle a esta historia una analógica atmósfera noventosa.


A casi nadie le importaba cuantas reproducciones tuvo en plataformas virtuales este nuevo trabajo o si se hizo viral en alguna red social. Había mucha gente en la puerta con ansias de sentirlo en vivo, entero como marcaba la premisa de la fecha y además como se estuvo escuchando, a podríamos decir pocos días de su lanzamiento, por las casas. Entonces, ya se había oído como un murmullo: “che, esto está re bueno en serio”. Es que este álbum de estudio tiene “canciones con historias diversas y múltiples géneros. Cambios de ritmo, arreglos orquestales y contrastes entre un relato casi susurrado y la potencia clásica de una banda de rock con identidad propia”. Aunque son nomás algunas de las características de esta porción de historia que se hizo a la distancia, durante la pandemia, en un intercambio de canciones entre Coki Debernardi y Franco Mascotti (guitarrista y técnico de grabación, que también subió como invitado en el concierto) al que en un principio se sumó Diego Olivero (director musical de Fito Páez hace ya varios años) en la orquestación del tema homónimo y que, a partir de ahí, agregó a Ricardo Vilaseca en piano y sintetizadores. “Tan contentos estábamos con los resultados que acumulamos una cantidad de canciones que nos gustaban y, cuando se levantaron algunas restricciones, incorporamos en varios temas a la banda completa”, había adelantado César sobre el proceso en una precisa gacetilla de prensa, previa de lo que fue verdaderamente una noche inolvidable.


Ya sin el mameluco negro, una remera con el rostro de Harry Styles brillaba en el torso del líder de esta orquesta local, tras un descanso, después de escuchar el disco entero. Y si te dejabas llevar por la admiración y entrega que propagaron durante toda la noche Isidro Llonch y Barfeye (que estuvo un rato antes tocando como telonero de La Vela Puerca, en otro lugar), y las líneas de bajo exorcizantes y punkies de Eloy Quintana, se podrá reconstruir otro pasaje de lo que se concretó en una presentación que dejó, seguramente, felices tanto a los creadores como al público.


La muestra de “Fugitivo” en la esquina de Güemes y Lagos tuvo todos los tintes para convertirse en épica para Rosario. Porque en primera instancia el álbum fue tocado entero y tal cual como transcurren las canciones en el mismo. Con todo lo que eso implica en estos tiempos que demandan más inmediatez. Se dio en un clima de función privada e íntima, casi como una ofrenda de lo que luego, tras un intervalo, finalizaría con un segundo acto cargado de clásicos de toda la trayectoria: “Chico dinamita amor”, “El perfume de los 17”, “Nos vemos”, “La tormenta”, “Alfombra voladora”, "El club de la pelea" y "Espaldas pesadas", entre otros, en un clima de jolgorio de pogo permanente, llegando a un “Joselito” con una selección del público que subió al escenario a cantarla, reemplazando a varios integrantes. En “Vi la Drive” (que es un instrumental) los músicos se sentaron casi al borde del escenario, como con los pies en el agua y cada uno en la suya, a media luz a compartir en complicidad esos sonidos con los presentes. Y si bien esta nota supone que casi nadie fue por las pancartas, si vas a Spotify y ves que “Perdida” (que fue una de las más aclamadas del recital) sigue teniendo un montón de reproducciones se asoman parejas una con la otra la decena de pistas de “Fugitivo”, el disco que todxs cantaron y compartieron junto a sus hacedores, los Killer Burritos, en la noche del Güemes.


El emblema universal de un corazón como dibujado con neón de la escenografía, un imponente juego de luces y los músicos tocando con una pasión contagiosa, como en un clima de reencuentro, fueron otras virtudes de un espectáculo necesario para la ciudad a tal punto que Los Burritos saludaron cuando terminó y el público empezó a cantar “Coki, mi buen amigo, esta campaña volveremo' a estar contigo”, algo del derroche de amor a la música que ya se había resuelto en un posteo de Instagram premonitorio de lo que la iba a suceder la noche del sábado, en Pichincha. 


Por ahora, la próxima fecha de Coki y los suyos, el sábado 22 de octubre, en el Festival Bandera.



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