“Un mar de soles rojos”, un disco de Estelares

Tres años después de “Las lunas”, y con una pandemia en el lomo, Estelares publicó su noveno disco de estudios, el sucesor de aquel que tiene dibujado en la tapa (diseñada por Juan Soto) a un felino con cabeza de mujer, que está siendo perseguida por una pantera negra, a través de la selva ¿Pero qué viene, inevitablemente, después de las lunas? Y sí, llegan los soles, o en este caso “Un mar de soles rojos” y en él hay “almas revueltas en aguas hirvientes”. Y si bien este grupo abanderado de las canciones como pocos declaró que este reciente trabajo manifiesta además inquietudes, ansiedades, deseos e inseguridades, hay también una mirada optimista y alegre en la gran mayoría de los estribillos y en la musicalidad, apoyada en los arreglos de cuerdas, muy presentes, de Germán Wiedemer, su productor artístico.



Son once canciones, once historias con imágenes concretas, varias tan precisas y específicamente reales, extraídas casi de Google Maps, como “Vámonos a remar al Club Argentino de Remo en San Fernando” (“Club de remo”), una balada con descripciones concisas y una frase al mejor estilo poético imaginario de Juan Manuel Moretti: “Y así seamos campeones de amor, es nuestra presea dorada, lo que el mundo diga no importa nada”, canta en ella casi hasta como ironizando con el odio y la frivolidad del mundo actual en el que vivimos. 


En “Tiempos dorados” hay un guiño precioso a “Runaway”, de Del Shannon y Max Crook, con un estribillo playero y eufórico. A todo esto, según la banda, “todas estas canciones son respuestas al universo angustiante de la pandemia”, aunque inclusive llegan en el momento justo de reinventarnos como humanidad, “No podíamos dormir. Íbamos por los instrumentos por las noches para espantar a los fantasmas, pero fue inútil, los temas más acuciantes no dejaban de golpearnos a la puerta. Escribimos sobre el miedo, sobre la paternidad, sobre el futuro incierto, sobre la desesperación, sobre la esperanza. Eso es Un mar de soles rojos”. Y vaya si logra su cometido. 


Sobre la paternidad se puede agregar que “Padre”, valga la redundancia, fue compuesta desde un piano y el mismísimo Día del Padre. “Estás pensando en una pizca de eternidad”, se dibuja en otro lienzo esa intimidad inherente que hace un tiempo comparte el propio cantante de Estelares en su forma de componer, en este caso para un álbum que fue mezclado por Martín Pomares en Big Foot y masterizado por Eduardo Pereyra en Mamma’s House. Víctor Bertamoni en guitarras, Pali Silvera en bajo, Javier Miranda en batería, Guillermo Harrington en guitarras y coros y Eduardo Minervino en teclados, completan el combo estelar.


Desde el primer play se oye una familia de cuerdas y el verso autorreferente: “Loco, estás de más en mis canciones”. Una observación desdoblada de sí mismo en pandemia ¿Por qué no? Tras “Loco” llega “Encantan”, compartida con los mexicanos de Enjambre. Vale la pena recalcar que este es un disco bastante rockero (“Olías a futuro”) pese a que Moretti no se considere tanto como tal. Casi sobre el final suena la triphopera “Miedo”, una de la más intensas tanto en letra como ritmo, pero antes una balada de guitarras y más certeros arreglos de cuerdas, “Habrá que aprender a amar”, con una prosa como creada sentado mirando un televisor (“Noticias que asustan, que zumban oídos”).

 

“Un mar de soles rojos” tiene otras dos muy bien recibidas composiciones que son “Este despertar” e “Infaustos”, también podrían ser hits radiales, nunca se sabe, aunque las atraviesa un fragmento más introspectivo de esta obra que se despide, tal como debió intuirse desde que arranca esta propuesta, con “La melodía más triste del mundo”, aún sin que todo esto sea una percepción pesimista de la realidad.



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