El amor después del amor y sus tres décadas con festejo en la ciudad de su creador

La gira mundial que celebra los 30 años del lanzamiento del emblemático disco de Fito Paéz tuvo su vigésimo capítulo en Rosario, el pasado sábado 10 de diciembre en el Anfiteatro Municipal, bajo un intenso calor y un enjambre de insectos que tampoco se quiso privar de esta inolvidable velada musical a la vera del río Paraná.



La penúltima fecha rosarina para este tour internacional del artista nacido en la ciudad se dio en un contexto 24 horas posterior de que el equipo argentino clasificase a las semifinales de la Copa Mundial de Fútbol. Entonces, el entorno sí tenía algo más que contar porque en la previa del concierto ya se escuchaba el “Y dale alegría a mi corazón, es lo único que te pido al menos hoy”, mezclado con el “Y dale alegría a mi corazón, es lo único que le pido a la Selección” del público, que colmó las gradas del Parque Urquiza en sus tres jornadas (jueves 8, sábado 10 y domingo 11).


Pero claro, esa canción devenida en banda de sonido tribunera no forma parte de las 14 que componen el icónico séptimo álbum de Páez (todas las fotos por María Fernández) que en la noche del sábado fue atosigado por los bichos (un escarabajo le calzó perfecto un rato largo como prendedor en la solapa izquierda del saco), un plus que otorgó un clima de intimidad y complicidad, algo improvisado y natural para paliar con un poco de humor y canciones indelebles el húmedo clima que emanaba el cemento del De Nito, a pocas horas de un potente temporal. De las composiciones que integran el disco en cuestión, una decena de ellas fueron sencillos lo cual, a priori, fue configurando algo previsible en cuanto a la lista que en esta expedición las ubica de principio a fin y en el orden en que se escuchan en la placa editada en el año 92 y que conserva el cetro de ser el disco más vendido en la historia del rock nacional.


Con mucha gente también para “escucharlo de afuera” del Anfi, los Killer Burritos en formato trío (Coki Debernardi, Bafeye y Ricardo Vilaseca) hizo la previa intercalando canciones de su reciente disco “Fugitivo” y otros clásicos suyos como “Un millón de dólares falsos” y “Joselito”. Se sabe que el oriundo de Cañada de Gómez es un entrañable amigo de Rodolfo, algo que el nacido en el 63 le retibuyó e hizo notar al final del show, dándole una cálida y merecida presentación.


El piano negro en el centro, un ventilador del mismo tono que luego sirvió para darle aire a su coreuta, y una serie de pantallas, tanto sobre el escenario como a los costados, brindaban una estructura sobria (inclusive los músicos tocaron vestidos con ropa oscura) hasta que Fito irrumpió en escena a eso de las 21:15, mientras cantaba tras bambalinas los primeros versos de “El amor después del amor”. Allí se sumó a Juan Absatz (teclado y coro), Juani Agüero (guitarra), Carlos Vandera (guitarra y coro), Diego Olivero (bajo), Gastón Baremberg (batería), Alejo von der Pahlen (saxo), Manu Calvo (trombón), Ervin Stutz (trompeta y fluegelhorn) y Emme (voz y coro), con un traje gris, en la primera parte de la metamorfosis colorida que tuvo su vestuario a lo largo del sábado. "Buenas noches Rosario", ”Dos noches muy picantes, muy calientes con Argentina en cuartos" contextualizó el músico para sentarse en las teclas y seguir con “Dos días en la vida”, mientras barría con las manos todo tipo de insectos del lomo, tanto suyo como en el de su piano. Al respecto le pidió al iluminador varias veces que le bajara las luces.


La banda suena impecable. En el ejercicio de cerrar los ojos y dejar que la música transporte parecía habérsele dado play al vinilo o al disco compacto porque la esencia de los temas en esta gira es la misma que la original, embelasada por arreglos que referencian a varios clásicos de la música en general. Una ajustadísima versión de “Tráfico por Katmandú” y una lucha con un escarabajo que lo llevó a revolcarse por el piso derivó en la frase “Bienvenidos al parque jurásico de Rosario”, previo a que empiece a sonar “La rueda mágica”. Antes ya habían pasado “Un vestido y un amor” (casi a oscuras y que dedicó tanto a Cecilia Roth como a Fabiana Cantilo) y una celebrada y más local que nunca “Tumbas de la gloria”. Fito estuvo muy comunicativo con el púbico que agotó entradas en Rosario. Explicó la génesis de “Detrás del muro de los lamentos”, una chacarera que se anticipó a un momento muy emotivo en “Pétalo de sal”, que fue obsequiada como ofrenda a “San Luisito” (Spinetta), por su música.


El fin de la primera parte iba llegando como si nada. Como si este disco estuviese tan adherido a las fibras íntimas del público para que se fuese esfumando así de rápido. Se disfrutó de “Brillante sobre el mic” con las linternas de los teléfonos celulares dándole luz a los músicos para que en “A rodar mi vida” Fito revolee el saco y salude con ese “Chau, hasta mañana”, cabida hacia un breve intervalo que no fue desconcertante ya que en la pantalla corría una cuenta regresiva para esperar al menos sabiendo con certeza cuando iba a haber más, ya no de “El amor después del amor”, porque a la lista todavía le quedaban siete canciones antes de la despedida definitiva.


“Me pongo guapo y vuelvo” soltó Páez antes del interludio del que regresó con remera negra y completamente arropado de verde (hasta en el marco de sus lentes y el calzado) para cantar “El diablo de tu corazón”, “Al lado del camino” y “11 y 6”. Al instante pidió un intercambió de sangre a sus fans cuando en el coro de “Circo Beat” (rapeó sobre el final una parte de “Tercer mundo”) instó a dividir el Anfi en dos grupos, no para armar un pogo sino con el afán de dirigirlos en una especie de orquesta, hacerlos cantar y divertirse un poco más para lo que quedaba. Ya empapado en sudor, Fito y sus músicos hicieron una poderosa y contestataria versión de “Ciudad de pobres corazones” en la que el cantante rosarino pateó el atril y el guitarrista Juani Agüero se lució con un solo imponente, mientras en la pantalla trasera se mostraba un mapeo de lugares reconocidos, a simple vista, de la ciudad de Rosario.

  

Un tercer cambio de ropa (en este caso en rojo completo) fue la excusa para entrar en las últimas dos del concierto del sábado 10 de diciembre. La elegidas en este caso fueron “Dar es dar” y “Mariposa Tecknicolor”, en la que un Coki Debernardi con una camiseta argentina que tenía estampada una lengua stone en el pecho agitó los versos de este símbolo artistico que le pertenece tanto a su amigo como a la ciudad de Rosario. “Las columnas de la catedral y la tribuna grita gol, el lunes por La Capital”, dice muy bien geolocalizado lo que fue el último tema para un espectáculo memorable que se dio una fecha ideal de festejo, celebraciones y alegría cuando estamos a nada de que termine el año.



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