La boludina de El Kuelgue aterrizó por primera vez en un teatro emblemático de Rosario

La simbólica esquina de Laprida y Mendoza fue excusa y testigo de algo que sucedería por primera vez en la ciudad. El sábado 29 de julio, El Kuelgue presentaba su flamante disco “Hola precioso” y de paso debutaba por estos pagos en un teatro, nada más y nada menos que en el importante auditorio inaugurado el siglo pasado y para una multitud que colmó la sala céntrica que, entre sus virtudes, cuenta con una buena condición acústica.



Con entradas agotadas, el numeroso grupo formado en el barrio porteño de Villa Crespo entusiasmaba a su público en la previa de lo que se presentía como un inolvidable concierto en El Círculo de Laprida al 1200, y para estar a la altura preparó un show imponente de luces, ritmos variados y fundamentalmente el aporte de sus ingeniosas canciones que fueron coreadas por el público, algo que se sucedió tanto con los ocurrentes hits que los consagraron como sus nuevos temas, presentes es su más reciente lanzamiento de estudios.


El hecho de ver por primera vez a El Kuelgue sobre las tablas de un teatro rosarino no generaba incertidumbre, más bien una agradable curiosidad y una admiración comunitaria y mutua que se concretó en escena cuando lxs once músicxs de la banda subieron al escenario, luego del set de Supernova, con la carismática escenificación de su cantante Julián Kartún y esa decena de artistas que se complementan a la perfección generando un clima de complicidad y calidez íntima en cualquier ámbito en el que se presentan en vivo.


El iluminador León Greco hizo de las suyas. A los clásicos reflectores, El Kuelgue (foto: @mpinkph) le suma una cortina trasera de más de 50 flashes incansables y poderosamente psicodélicos, conjugados con una puesta en escena sobria, casi como apenas alumbrados por un velador y esa chimenea de olor dulce que recuerda a las viejas máquinas de humo de los bailongos adolescentes de fines de los ’80.


Apenas una canción fue que duraron los espectadores sentados en sus butacas numeradas porque después de un arranque con “Chiste”, el fresco hit “Sinoca” hizo que todos se paren a cantar. Le siguieron “La fama” y “Ayer real”. Fue luego cuando Julián Kartún soltó, impactado por el marco “che qué lugar increíble”, para darle paso a “Peluquita”, el primer tema de “Hola preciso” (podés leer una reseña del disco acá) y fue allí donde la iluminación mostró esos colores un poco más sutiles, entre marrones y dorados, que representan la paleta estética de este ábum en el que el grupo optó por llamarse solamente Kuelgue -sin el artículo- y encaraba este doble bautismo en Rosario: disco nuevo y primera presentación en un teatro local.


Con algunos desperfectos técnicos en el sonido al comienzo del recital –sobre todo en las voces, ya que el cantante usó dos micrófonos, uno de ellos para animar la fiesta con efectos vocales– que se fueron acomodando hasta llegar a un set íntimo, musicalizado por el tecladista Santi Martínez, para hacer la canción que Kartún le dedicó a una mascota perdida (“Roma”) y la tierna “El paraíso de los perros”, que terminó con Julián entrelazado de manos con una niña que estaba en el público. Mientras tanto, las canciones del nuevo disco, aunque eran estrenos en directo, no resultaron toda una novedad y se mezclaron sin diferencias de tiempo como cuando después de “Bossa & people” sonó “Díganselo”.


El turno de otro momento de extrema intimidad y luces bajas se volvió a generar cuando el guitarrista Benja López Barrios acompañó al vocalista en la de fogón “Parque acuático”, para darle paso a otro clásico que precisamente su composición fue inspirada en la periferia rosarina: “En circunvalación”.


Entre un ambiente tecno, funk, jazz y ovaciones en varios finales de canciones –tanto en las de antes como en las de ahora–, Kartún entretuvo a la afición con sus improvisados personajes instantáneos. Hizo prender todas las linternas para “Por ahora” y en “Cariño reptil” se despachó con un acalorado “Rosario qué buena que estás”, para una falsa despedida con “En avenidas” y “Góndola”. Todos en la sala empezaron a cantar “una más y no jodemos más”, casi como si nunca hubiese existido el aislamiento obligatorio o sí, y que catapultó a que se potenciasen esas prácticas inoxidables en los recitales en vivo.


“Bueno, una más”, se escuchó sin titubeos y sin protocolos antes de que se bajara definitivamente el telón rojo de El Círculo y tanto “Góndola”, como un cierre instrumental en el que se lució esa decena de músicxs de esta gran orquesta multifacética, incluso con destellos de “Ala delta” de Divididos, se despidieron de su primer teatro en la ciudad con “Cristo es Marquitos Di Palma”.


La banda fue humilde en todo momento de la noche del sábado, confesando que las nuevas canciones no iban a sonar tan bien como las otras, pero eso fue algo que pasó casi desapercibido. El público aclamó de pie esta presentación a sala completa de este grupo que en septiembre tendrá otra linda prueba debut cuando se presente por primera vez en su trayectoria en el mítico Luna Park.



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