“Vamos a destruir”, Bestia Bebé

Una de las virtudes de Bestia Bebé es que las canciones de sus discos son ejecutadas con perfección en los conciertos porque en complemento esa energía propia del grupo que se traslada en el vivo suele ser la misma que la que proponen en sus álbumes. Este quinto trabajo del cuarteto porteño justamente no se queda atrás en ese aspecto con letras directas y un sonido potente, como en un regreso a sus fuentes.



Continuando la sintonía del pandémico “Gracias por nada”, “Vamos a destruir” es un poco más riffero, pero sigue esa línea cancionera. Un abanico de ritmos que despliega los gustos musicales de sus integrantes. Los cuatro, hoy por hoy, en un alto nivel tanto para la composición como para los toques, que como siempre se dan: bien cerquita del público.


Mientras se palpita que podrían presentar en vivo este álbum completo, un tema tras otro, esto se acredita cuando arranca “El verano” (no es el famoso “tema del verano”, pero podría serlo tranquilamente) y la intro es una batería con golpes rioplatenses. Sin embargo, a menos de un minuto de este reciente inicio del disco irrumpe un punk furioso con un parpadeo cómplice a los sonidos metaleros, una de las importantes influencias del grupo y de su compositor, cantante y guitarrista Tom Quintans, que se manda en estas páginas con letras de más vuelo simbólico, como para que quien las escuche pueda apropiárselas y darle un significado individual. Algo que ya sucedía con la banda, aunque en este disco se explora con mayor sutileza.


En “El verano”, entre otras cosas, también hay un solo de guitarra final que rememora ese vertiginoso “zumbido de abeja” que tiene, entre otras, la viola de Chizzo Nápoli (La Renga). Y si bien hasta aquí todo sucede en esa sola canción del comienzo, los varios detalles que van surgiendo en cada fragmento de esta obra adornan narraciones simples, algunas con espíritu de mantra como la stoner “Humo negro”, buen paneo poético en todo sentido del gusto que tiene el grupo por las carreras de autos.


Quintans (hizo la tapa y el diseño), Chicho Guisolfi, Polaco Ocorso y Marcos Canosa no reniegan de lo que les gusta: el rock. Incluso habiendo incursionado ya desde “Gracias por nada” en una atmósfera más acústica que se atraviesa ahora en los arreglos de guitarra de “Un gran día” para ésta luego transformarse, en su segunda parte, en un space rock y así ir finalizando ese viaje de un poco más de cinco minutos, para adentrarse en otro nuevo.


La nostalgia también es un motor que quizás se note un poco más en las letras que en la música. “Aburrido el cielo gris / Interminable sobre el mar / La tierra seca se quiebra al pasar”, dice “Cangrejal”, otra de esas canciones para poguear desde que el puente se trepa al estribillo, entre colchoncitos de guitarras glam y los rasgueos que le terminan de dar esa impronta de vacaciones. De un día perdido de playa por los nubarrones amenazantes en el cielo.


Las baterías electrónicas suenan concretas en la entrada de “Vamos a destruir”. La canción homónima también se sumerge en otro pogo guitarrero de coros delicados (no menos tribuneros) y una visión muy amiguera y alentadora de la vida: “Hagamos todo hoy / Y sin miedo a fallar / Con ustedes estar / Siempre un rato más”. Fue elegida, sin ser esto motivo de discusión, para ponerle nombre al disco del cuarteto de Boedo que sigue sonando fresco y novedoso, porque el rock and roll pasó de moda.



Pero el rock en sí no desapareció y ni siquiera es que vaya a desaparecer. Pese a que ahora no esté en boga, por lo menos en estas tierras, para librar esta batalla que parece perdida por el momento Bestia Bebé publicó una de las mejores canciones del año con lo que es también uno de los mejores videoclips de 2023. Precisamente “El rock and roll pasó de moda”, una balada que cuenta con una participación heroica de Lucas Jaubet (Hojas por el Barrio, ex Hojas Secas) en los coros, y que deslumbra sobre el cierre cuando en un tono épico nihilista, entre la sátira y la melancolía, la canción se debate en estos versos: “Y ahora me voy a escuchar los Rolling Stones / Voy a llorar un rato en mi habitación / Voy a prenderle una vela al cantante de los Doors / Voy a tratar de entender por qué todo fracasó”.


En estas nueve canciones Bestia Bebé (foto: Instagram) le da una vuelta al sonido característico de la banda. Ya no son esos temas ligeros o dinámicos, sino que en esta búsqueda la idea sigue siendo la misma y su elaboración sonora hace que lo que sucedía antes en dos minutos y pico o tres ahora pueda llegar plácidamente hasta los cinco y que la esencia continúe siendo la misma.


La semejanza con sus trabajos anteriores está presente en todo momento. El sentido de pertenencia de ser una banda de barrio que apela a contar que hay que disfrutar de las emociones, mezcladas con los sinsabores de la vida, sigue vigente. El encanto del entorno rítmico del indie rock “Montevideo” estimula la imaginación. El estribillo popero y simple de “La trafic” incentiva a esa conquista de adherirse a letra y melodía con otro solo conciso de guitarra. Y como recorriendo el país de norte a sur llega el final con un tributo a las Islas Malvinas a través de “Siete banderas”, las más extensa del álbum que con sus casi siete minutos se convierte en toda una novedad en duración para el repertorio de la banda.


Otra de las virtudes que tiene Bestia Bebé es su interés por el dónde y por el cómo porque es un grupo que toca en todo tipo de lugares que tengan cierta intimidad y ambiente y en los que la tentación por acercarse a cantar sus canciones con ellos es casi magnética. “Vamos a destruir” tiene eso, una atracción por estas nuevas composiciones (algunas ya se conocían como simples) conmovedoras y sentimentales de siempre con un sonido más maduro o más bien meticuloso metiendo mano artesanal, tal vez, en la música que escuchaban de chicos, los hitazos de la radio o los temazos en el éter y no tanto en la inmediatez y el compromiso, que no desestiman para nada por razones obvias de trabajo y difusión, con la virtualidad.




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