Desde las tripas como un poeta maldito Dillom revela los porqués de aquella despedida

Al parecer hay algo de vida después de la muerte y si POST MORTEM fue una primera entrega, “Por césarea” es la precuela que describe con lujo de detalles los sucesos con los respectivos demonios y fantasmas que escoltaron a Dillom hacia su funeral, aquel día en el que decretó su muerte para salir del cajón de madera y narrar su testimonio.



Hasta en estética este esperado segundo disco es una obra más compleja y perturbadora. Por ejemplo, en POST MORTEM los nombres de las canciones y el título se leían en mayúsculas, algo que es muy generacional, una forma de digitalizar lo que se quiere dejar bien en claro para que pongan mucha atención los cibernautas. En tanto, los visualizers también son más que interesantes.


Pero Dylan no es Dillom. Dillom es el personaje que cuenta las historias más inquietantes. Pese a que lo niegue hay algo de relato cierto. En aquel primer álbum, la mística era que salía del féretro y hacía de las suyas. Hasta Mario Pergolini presentó a su taciturno niño DEMIAN. Ahora la intervención quirúrgica que fue esta cesárea se explica como el primer trauma que puede cargar un ser humano. Este personaje con varias identidades ya no es tan inimputable como en aquel entonces.


Los detalles de la vida real de este marionetista arrojan que fundó su propia productora siendo muy joven, casi adolescente. Pese a que ahora apenas tenga 23 años, tampoco es que se haya aburguesado como profesional en la fama, algo que sinceramente parece desinteresarle. Y como siempre se aclara en estos párrafos es pesado andar comparando y en este caso puntual es inevitable no empatizar en “Por cesárea” con “La hija de la lágrima” de Charly ¡Ese disco salió hace 30 años! Dylan (y mucho menos Dillom) aún había nacido.


En efecto, de una primera temporada post mortem se sumerge en estos antecedentes con histerotomía y parto correspondiente como punto de partida. “Me niego a pensar que nací para morir así / A pensar que nací para vivir así”, dice en unos versos por ahí. En esta entrega Dilom no brota de la vieja cosechera, sino que asoma a una vida cruel dejando una herida que por traerlo al mundo mostrará más adelante una cicatriz.


Ya en las costuras musicales de “Últimamente”, el primer tema, se acompaña a una narrativa apesadumbrada con una traumática manera de representarla en la canción. Un beat que cambia intempestivamente, unas barras profundas y un Dylan que no se hace cargo de que estas hayan sido sus historias. Deja sospechas, sí, y entonces las secuencias se van tornando cada vez más intensas e inquietantes. Como varios acertijos en uno solo.


De rescatar a alguien que está tocando fondo se pasa al amor enfermizo por la que fuese la novia de un amigo (“La novia de mi amigo”, con vos de Juan López) en un trap tóxico que homenajea a algunos colegas de su generación. “Qué difícil que es escapar de vos / Si estás en cada lugar donde voy / Si tu perfume sigue en mi habitación / Me voy perdiendo en cada paso que doy” es un final romántico y melancólico al mismo tiempo que le da pie al rockero viejita triste que personifica en la ponzoñosa “Cirugía”, enganchado perfecto a “Mi peor enemigo”.


Y como el Indio Solari enaltece “Quemarás” de Wos, acá Andrés Calamaro colabora, incide en la obra y encaja perfecto con una trompeta del jazzero Jerry González, rescatada del propio anaquel musical de Andrelo y sampleada por Dillom. Vaporoso acompañamiento para un feat triphopero que parece haberse gestado entre dos bribones que se conocieron en una en una prisión cumpliendo condena. “Trapo; rejilla, al horno, a la parrilla / Soy tu trapo de piso, tu bar de la esquina / Adonde derrapa tu banquina / Y tu puerto, tu perro muerto / El perro muerto en el vertedero / El mini-mercado de droga dura / El vínculo hipotecario / El amor llamado locura” recita el Salmón en un poema escrito especialmente para el tema.


Más camaradas aparecen en uno de los interludios porque en “(Mentiras piadosas)” pone su voz Broke Carey, otro de la armada Bohemian Groove que parece estar en un cameo del capítulo que antecede al feat de Lali sampleada y elevadísima, con voz grave, cantando la estrofa inicial de la “Plegaria desvelada” de María Elena Walsh. Lo que era una serie bizarra de terror en aquellos tiempos poco a poco fue mutando hacia un thriller de terror psicológico que comienza a incomodar. El morbo sigue dejando con ganas y da curiosidad.


El guiño de más actualidad lo da la frase “El día que muera moriré en mi ley” (que al pasar parece decir lo que ustedes creen que dice) del hip hop onda a Beastie Boys (o al Pity rapeando en Piedrabuena): “Buenos tiempos”. “Su familia es cheta, sus papás son macristas” le agrega a esta demencia y la cosa se va poniendo turbia, sin descuidar en absoluto la calidad y la evolución musical de este disco que no tiene desperdicios.


¿Es momento de cambiar? Verdaderamente no, porque en “Muñecas” llega la prueba de fuego. Es perverso sin ningún tipo de contemplación. Para aquellos que son sensibles (aunque después glorifiquen y empaticen con edulcorados asesinos seriales tristemente célebres que ven en homenajes en plataformas de streaming) se les aconseja apartarse.


Este octavo corte de “Por cesárea” es acaso la performance más arriesgada y siniestra de Dillom. Con referencias a Miranda en la letra, y cambios esquizofrénicos en la atmósfera, la canción grafica una secuencia turbia de secuestro y femicidio. Precisamente esa tensión no cesa en otro separador de agudos tres minutos persecutorios que es “(Irreversible)”. A esta altura se dificulta respirar y pensar al mismo tiempo cuando ya se está adentro de esta obra que hostiga y agobia. Tranquilos que ya queda poco y lo que sigue es un punk que se acerca al estilo de “Ola de suicidos”: “Coyote”.


Para el final Dillom elige dos canciones antagónicas. La primera deja la piel de gallina. “Reiki y yoga” desanda sin tapujos el camino hacia el suicidio. Pero es Dillom, no es Dylan… O no se sabe si fue ahí que empezó todo y luego vino POST MORTEM. Lo enigmático es lo que mantiene al oyente al borde de la silla todo el tiempo en “Por cesárea” que al mismo tiempo deja en “Ciudad de la paz” un mensaje de resurrección, de sanación, de salvación. Como que ya está. Ya llevaste el caño a tu sien apretando bien las muelas. O la soga al cuello. Es confuso y nihilista en una balada que saca un par de lágrimas en esta obra sencillamente emocionante que se va, así como si nada, y la pregunta es cuánto habrá que esperar para conocer más capítulos de estos personajes, estos demonios, estos fantasmas, o tal vez más episodios que vendrán a perturbarnos.


A continuación, "Por cesárea" de Dillom:




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